miércoles, 11 de mayo de 2011

Diana Hdez Glez 1ºA Casi salvados

En un viejo libro, estaba escrito que en el siglo XXV Ultraman, el superhéroe más valiente del momento crearía el sabueso más inteligente y astuto del mundo con el que derrotaría al malvado villano Gibreno. ¿Quién sería Ultraman, el joven tan inteligente como para crear un sabueso más astuto que un zorro, con el que más tarde salvaría a la humanidad del malvado Gibreno?

Muy pronto lo sabréis.



"Todo comenzó un lunes como otro cualquiera. Marcus era un muchacho desaliñado, irresponsable e ingenuo que vivía en la esplendorosa ciudad de Londres desde pequeño. No era aquella que todos reconocían por sus taxis negros, sus maravillosas calles y sus llamativos autobuses rojos; sino que era una ciudad futura completamente del revés: sus taxis eran blancos, sus calles estaban sucias y derruidas y además, sus autobuses eran de un verde apagado. En aquel día nublado y agitado, Marcus decidió hacer la compra en el pequeño mercado que doblaba la esquina. Comenzó con los congelados, continuó con los embutidos y finalizó con la leche. Tras pasar por caja, justo antes de salir por las puertas de entrada, un apuesto segurita le hizo señas para que lo siguiera. Marcus le siguió, dejando la compra de frente a las puertas con dos mendigos a tan sólo cinco metros de ella. Bajó por unas escaleras que llevaban a un sótano frío y oscuro. Al llegar allí pregunto asustado: ¿qué hago aquí? Deberías saberlo- contestó el segurita alzando la voz. No, no lo sé. ¿Podría usted explicármelo?- preguntó Marcus algo confuso. Está bien. Muchacho, estás aquí por un motivo muy sencillo. Eres tú el joven más inteligente del momento y debes crear el sabueso más astuto del mundo para poder encontrar la guarida del villano más malvado del mundo: Gibreno- le espetó. ¿Yo? ¿Está usted seguro? – preguntó sorprendido e inseguro. Sí, sin duda eres tú. Aquí tienes los materiales necesarios para poder crearlo- dijo dejándole un maletín a sus pies. Cuando hayas terminado debes seguir al sabueso hasta la guarida de Gibreno, donde deberá enfrentarse y vencerle para liberar al resto de londinenses que tiene congelados en una inmensa cueva. Si vences a Gibreno, miles de personas regresarán a Londres y la convertiremos en la misma ciudad que hace cuatro siglos, esa tan hermosa que Gibreno destruyó y que todos anhelamos. Está en tus manos, buena suerte. Lo único que debes tener en cuenta es que debes estar allí antes que den las doce del mediodía. Toma esta ropa- le dijo ofreciéndole una bolsa. Si te preguntan cómo te llamas, debes decir: "mi nombre es Ultraman, el superhéroe más valiente e inteligente del mundo". Dicho esto el segurita desapareció al instante. Marcus se quedó algo desorientado tras la idea de ser el superhéroe que salvara a una ciudad que ni sabía cómo había sido anteriormente. Entonces abrió la bolsa y se puso aquella especie de disfraz. Era plateado, tenía una capa roja y una gran u en la parte delantera. Colocó el maletín con el material encima de la mesa. Lo abrió y vio que en ella había montones de sobrecitos con una especie de harina de distintos colores y una pequeña cacerola. Además había una tarjeta en la que se encontraban bien expresadas las instrucciones de cómo crear al sabueso, pero como es de esperar, Marcus no las leyó. Abrió todos los sobrecitos y mezcló su contenido en la cacerola y como no aparecía ningún sabueso les roció un sobrecito de mostaza que llevaba en el bolsillo a ver si de tal forma aparecía el esperado. Tras esperar diez minutos apareció un sabueso de color verde por las escaleras por las que él había llegado. ¿Será ese el famoso sabueso? –pensó. Es el único sabueso que veo por aquí, debe de ser este -se contestó así mismo. Marcus se dispuso a encontrar la guarida del malvado Gibreno, así que regresó al mercado con el sabueso a sus pies. Miró el reloj: eran las once menos cuarto. Al llegar a las puertas de entrada observó que su compra había desaparecido. "Se la habrá llevado algún pájaro, qué fastidio"- pensó. Al pensar esto Marcus volvió a realizar la compra en el mismo orden, empezando por los congelados. Llegó a caja. "Uf, menos mal que no me ha hecho señas ningún segurita, si no tendría que volver a repetir todo esto -pensó". Pagó la compra y salió del mercado. A la salida vio a un par de mendigos comiendo los embutidos que él había comprado anteriormente. "Vaya, qué casualidad, esos mendigos han comprado la misma compra que yo"-pensó. Marcus y el sabueso emprendieron rumbo a algún lugar desconocido. El sabueso quiso guiar a Marcus y este lo siguió. Pasaban los minutos y el perro seguía danzando muy seguro de sí mismo. Habían pasado muchas calles y Marcus estaba bastante cansado. Eran las doce menos diez. El sabueso paró de repente, justo enfrente de un pequeño puesto de perritos calientes. "Mira cómo sabe lo que me gustan a mi estos perritos"-pensó. Pero no nos queda tiempo, debemos seguir -pensó. El sabueso no se quiso mover. ¡Vamos, todavía nos queda tiempo, aún podemos llegar! Al ver que el sabueso no se movía le dijo en voz baja esperando que le entendiera: está bien, pero sólo uno grandullón. Era su turno en la cola, le pidió al hombretón de los perritos uno especial y otro normal sin mostaza para el verdoso. Al entregarle a Marcus los perritos, dejó el del sabueso en el suelo y dio un enorme mordisco al suyo. En ese mismo instante en el que los labios de Marcus, o más bien, de Ultraman, el superhéroe más inteligente del momento que salvaría a la humanidad de Gibreno, el villano más malvado del mundo, se pringaron de mahonesa, las doce campanadas del catastrófico Big-Ben retumbaron en su oído y en el del sabueso, lo que significaba que ya  era demasiado tarde.

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