miércoles, 11 de mayo de 2011

Fwd: Cuento. Dianella Cabrera Jardinot 1ºB

Unos ratones muy ruines.
Érase una vez una preciosa casa de muñecas.
Tenía las paredes de ladrillo rojo y las ventanas, pintadas de blanco, lucían unas bellas cortinas verdes… La casa tenía su puerta principal y su chimenea.
Pertenecía a dos muñecas que se llamaban Patricia y María. En realidad, pertenecía a Patricia, que era la señora, pero que no pedía nunca la comida, de manera que María que era la cocinera, tampoco tenía que prepararla… La comida había llegado en una caja llena de serrín y estaba siempre lista. Había dos hermosas langostas, un jamón, un pescado, un pastel, unas peras y unas naranjas.
Estos manjares estaban pegados al plato y, por tanto, no podían comerse, pero… ¡que apetitosos eran para la vista!
Una mañana Patricia y María salieron a pasear en el cochecito de las muñecas. El cuarto de los juguetes quedo vacío y solitario.
Al cabo de un rato, se oyó, como si una legión de adolescentes corriera hacia un aeropuerto para recibir a un famoso.
Por el agujero de la ratonera salio la cabeza de Tino Meñique y Uña Muña, que eran unos ratones muy ruines, que entraron en la casa de las muñecas. Tino y Uña subieron por las escaleras de la casa de muñecas hasta llegar al comedor. Cuando vieron lo que allí había… ¡dieron un chillido de alegría!
¡La cena estaba servida en la mesa! No faltaba nada…cucharitas, tenedores y cuchillos, incluso sillitas de muñecas para que se sentaran… ¡parecía que les estaban esperando!
Tino Meñique se fue derecho al jamón y se dispuso a cortarlo. Tenía muy buen aspecto, amarillo por fuera y sonrosadito por dentro.
Pero al intentar cortarlo, el cuchillo se dobló, y le hizo daño en un dedo.
-¡Este jamón no está cocido! -exclamó llevándose el dedo a la boca-. ¡Está como una piedra! ¡Pruébalo tu Uña Muña!
Uña Muña se puso de patas sobre una silla y trató de cortar el jamón con su chuchillo.
-¡Está más duro que el jamón que vende el ventero!- exclamó Uña Muña.
Tanto empujó Uña Muña que el jamón salió disparado del plato y fue a parar debajo de la mesa.
-¡Deja en paz el jamón!- le dijo Tino a su mujer-¡Dame un poco de pescado Uña Muña!
Uña Muña trataba por todos los medios separar el pescado del plato, pero no había manera.
Entonces fue cuando Tino Meñique se impacientó. Cogió una pala y unos alicates que había junto a la chimenea y comenzó a darle golpes al jamón con todas sus fuerzas, ¡zis, zaca, cataplás!
El jamón se hizo trizas, porque debajo de la pintura y la escayola… ¡no había nada!
Tan enfadados estaban Tino y Uña Muña que, después de destrozar el jamón, siguieron con el pastel, las langostas, las peras y las naranjas… ¡allí no quedó nada sin romper!
Como no podían separar el pescado del plato, lo echaron al fuego de la chimenea; pero no se quemaba porque era un fuego de mentira.
Pero aquí no dejaron de surgir las diabluras de los ratones.
Tino Meñique subió por la chimenea de la cocina y sacó la cabeza por arriba.
Mientras que Tino subía por la chimenea Uña Muña encontró unas latas, cada una con su etiqueta: Arroz, Pasas, Pistachos…  que en vez de contener dichos alimentos contenían bolitas de colores azules y rojas.
También rompieron almohadas; rompieron las paredes; tiraron las cosas de las estanterías; tiraron por la ventara una silla, el pájaro, libros… en general, aquel desorden se podía comparar con los naufragios que se encuentran 1000 años después de haberse hundido.
De momento aparecieron Patricia y María por la puerta y vieron el tremendo desorden que los ratones habían hecho… así que les hicieron ir todos los días por la mañana a limpiarlo, y los ratones prometieron no hacer eso nunca más.

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