martes, 3 de mayo de 2011

Perro Man en Santa Cruz Daniel Marrero Hernandez 1ºA

   Había una vez, en un tiempo lejano al nuestro, un chico llamado Pablo, al que le encantaban los perros. Pablo era un buen chico, estudioso, trabajador, solidario…
   Pero al ser tan buen chico se preocupaba más de los bosques, las formulas matemáticas y la literatura que de su imagen. Era el típico pardillo de instituto, que se vestía con los vaqueros hasta el ombligo, se ponía un cinturón pese a que no lo necesitaba, se metía la camisa por dentro, abrochado con todos los botones…
   Estudiaba en un colegio anormal, ya que se situaba en lo más alto que se puede imaginar una persona. Pero no asombraba ya que estaba en el siglo XXV (25).
   Un día su clase de química avanzada se fue de visita a un famoso laboratorio biológico, que era el más grande de la ciudad de Santa Cruz. Nada más llegar Pablo se emocionó, ya que siempre había querido trabajar ahí, como su padre, el famoso doctor Morgan Faraday, de ahí su afición por los perros. Pablo quería ver de cerca los animales y se alejó del grupo. Pablo vio las mutaciones de los animales: unas arañas eran de color verde y amarillentas, ranas del tamaño de un vientre humano, pero lo más asombroso para él era un perro de color verde. Pablo se había entretenido tanto que perdió de vista al grupo. Se puso a buscarlos pero no pudo encontrarlos ya que era el laboratorio más grande de la ciudad. Preguntó a los ayudantes de los científicos, buscó en lugares donde probablemente podrían estar, el patio de descansos, la entrada y salida, pero nada, no les encontraban.
   Pablo se metió en una habitación con productos químicos, se metió para poder apreciar de cerca lo que eran exactamente. Cogió una botella que usaban los científicos para rociar a los animales para que los otros animales cercanos se sientan atraídos por esa sustancia. Pablo lo abrió para examinarlo, saber cómo era su olor, su textura, su color... Pablo lo fue a colocar en el estante de arriba, donde estaba, pero se tropezó, y todo se le derramó encima.
   Salió corriendo para que no le pillasen los guardias, pero no lo pillaron los guardias, sino los animales, que se sentían atraídos por la sustancia que estaba vertida por todo su cuerpo. Todos se volvieron locos, incluidos el personaje anterior, el perro verde que logró salir de su jaula y le pegó un mordisco en todo el brazo. Pablo pegó un grito de dolor y los guardias lo oyeron, a continuación actuó el grupo de desinfección por si le había pasado alguna célula que se reproduzca dentro del cuerpo de Pablo, pero nada, no hubo contacto de saliva.
   Pablo se fue rápidamente a su casa. Al llegar a su casa se sintió mareado y se fue a dormir. Después de un largo descanso, Pablo sentía una rara sensación, se quitó la ropa ya que todavía estaba repleto de ese producto y…
   Había un montón de pelo en su pecho, su musculatura había aumentado considerablemente, podía oler olores sutiles a larga distancia, como el perfume de su vecina de enfrente, el olor de los frutos del parque de la otra calle, la hierba fresca del mismo parque… Podía correr más rápido y otras muchas habilidades. Le dolía un poco la pierna y era un rasguño más o menos ancho, de unos dos cm. Entonces se dio cuenta de que el grupo que le estaba mirando la mordedura, estaba tan pendiente de eso que no se dio cuenta de que sí se había transmitido células a través del arañazo. 
   Pero Pablo nunca supo manejar bien sus poderes, porque cuando paseaba por el parque siempre iba a coger con la boca los discos que lanzaba la gente, o a mear en las ruedas de algunos coches…
   Pero no le importaba, ya que Pablo al fin consiguió su sueño. SER UN PERRO.

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