jueves, 10 de febrero de 2011

Diana Hdez. Glez. 1ºA Descripción.

Hace poco menos de un año mis padres decidieron asistir a una comida junto a mis tíos en un caserón de madera alejado de la zona, en unas hermosas y excitantes colinas. Mis primos, al igual que yo, nos tuvimos que quedar aquella tarde en casa solos. Como mi hermana mayor había salido con su nuevo romance, yo decidí ir a la casa de mis tíos para pasar aquella  tarde que parecía ser tan aburrida con mi prima mayor Carla y el pequeñín de mi primo Héctor, el pequeño de la familia. Fui a la parada sobre las cuatro y cogí el autobús hacia las cuatro y cuarto puesto que aquella soleada tarde el autobús decidió retrasarse un poco. Al llegar al barrio recorrí una calle hasta llegar al fondo, como un callejón sin salida, donde viven mis primos. Toqué el timbre unas cinco veces antes de que me abrieran, "típico de ellos" – pensé. Subí paso a paso, escalón por escalón las empinadas y costosas escaleras. Al llegar al primer piso tiré del picaporte hacia abajo, empujé la puerta hacia el otro lado y entré en el salón, la habitación principal de la casa. Mis primos estaban allí, acomodados en el sofá eligiendo una película para ver acompañada de unas palomitas de microondas. Mi prima acabó decidiéndose por Crepúsculo, la primera entrega de dicha saga. Mi primo, al ser el pequeño, le daba completamente igual qué película y qué todo, mientras estuviera libre, es decir, sin la presencia de sus padres. Mi prima metió el DVD de la película en el reproductor y encendió la televisión de plasma, apagamos las luces y la película comenzó.
(………)
Al acabar de ver la película me di cuenta de que mayoritariamente estuve fijándome en el vampiro protagonista. En su rostro encontrabas una belleza única. Era alto, delgado, apuesto, esbelto, elegante y ante todo, obsesivamente atractivo. Tenía un peinado indefinible, único, que favorecía ese precioso tono castaño. Con esa tez tersa, pálida como el hielo y esa mirada fulminante que hacía destacar esos brillantes ojos color ámbar, sería el joven perfecto para cualquier mujer que habitara en este mundo. En la pantalla plana se veía un joven apuesto, encantador y más que excitable. Como aquellos de las películas tan antiguas que veía mi madre de joven, que hacían soñar a toda muchacha. Era muy generoso y excesivamente  modesto. Trataba a cualquiera como si le debiera la vida. También era  muy protector, asegurándose de cada paso que das como una madre cuida de su hijo recién nacido junto a su cuna en una noche de luna llena estrellada. Era increíblemente valiente y a la vez muy sensible; como una capa que no dejaba ver lo hermoso que en realidad era.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nota: 10