Al llegar al instituto conocí a Elena, la nueva profesora de lengua. Esbelta, guapa y delgada como una hermosa hada. Pelo liso como el agua del manantial, y fino como la lluvia primaveral. Ojos pequeños como los boliches y brillantes como la estrella más grande. Su tez suave y clara se encendía con la luz de sus labios rojos, como si tratara de la más hermosa rosa. Esa rosa que parece coqueta y agradable, aunque al fijarme bien me mostró que una rosa siempre tiene espinas, espinas grandes y dolorosas como su nariz y su boca.
1 comentario:
Nota: 7
Publicar un comentario