lunes, 8 de noviembre de 2010

Miriam Hernández Díaz 1ºB ...Me gustan los baifos

   Un día Isabel, una niña de nueve años estaba con su padre esperando en la parada de la guagua para visitar a unas cabras que tenía el padre en unos terrenos.
    Cuando la guagua llegó a su destino, Isabel y su padre comieron en unos bancos millos con papas y después siguieron caminando hasta el terreno. Llegado ahí iba a tocar una cabra y el padre le dice:
_ ¡Ñó! apenas acabas de llegar y ya estas manoseando las cabras.
_ Es que son bonitas y muy comilonas.
_ Venga deja de tocarlas y ven, quiero enseñarte algo.
   Isabel dejó lo que estaba haciendo y siguió al padre ilusionada. El padre le llevó hacia una cabra vieja y Isabel le llamó a la cabra Mocha, la cabra chocha.

    Todas las cabras estaban en el terreno vallado o en la cueva que había en la huerta y las cabras se alongaban por las "ventanas " de la cueva , Isabel metió la mano en la "ventana" y de repente se puso a llorar, sacó la mano y un baifo saltaba alegremente; claro, a Isabel no le hizo mucha risa.
Isabel se lo dijo al padre y dijó claramente: 

- No me gustan los baifos.

Alba Isabel García 1º B Me gustan los baifos

¿Que hora es? Pregunta Tara mirando el reloj.

Las 5 y media, dice la abuela.

¡Ay! Se me va a escapar la guagua si no me doy prisa.

¿Pero a donde te vas?

Me voy a ayudar al abuelo a traerle la comida a los baifos.

Pero....

Y Tara salió corriendo antes de que la abuela pudiera terminar de hablar.

Cuando Tara llegó a la finca del abuelo, se acercó a él y le dio un abrazo, el abuelo le sonrió y le dijo:

-¿Estas lista para ir a coger la comida para los baifos? 
- ¡Sí! dijo Tara saltando de alegría. 
-¡Muy bien, pues allá vamos! -le contestó el abuelo montándose en el coche viejo y sucio.

Cuando el abuelo y Tara llegaron a casa, la abuela les empezó a regañar:

-¿Donde habéis estado todo este tiempo? ¿No sabéis la hora que es?

El abuelo miró a Tara y se empezó a reir

- No tardamos tanto, solo fuimos a darles de comer a los baifos.....

La abuela le contestó al abuelo:

- ¡Anda! ¡Vayan a ducharse!

Cuando el abuelo y Tara llegaron de ducharse, Tara en lo que cenaba, le encantaba escuchar esas maravillosas historias que le contaba el abuelo de cuando era niño y cazaba baifos con una papa, aunque Tara haya escuchado esa historia una y otra vez, a ella le encantaba.

-Y abuelo, ¿como podías coger los baifos con una sola papa? -le preguntó Tara.

Pues muy fácil, primero cortaba la papa en trozos, y le ponía por encima pimienta roja, después cuando se hacía de noche, los baifos se iban a sus cuevas a dormir, y antes de que se vayan a dormir les ponía delante de la entrada de la cueva la papa, como a ellas les encantaba la papa empezarán a comersela y a medida que se la comen notarán un picor tremendo en la garganta, hasta que vengo yo y les corto la cabeza.

¡Que miedo! le dijo Tara gritando

Jajajaj....pero al fin y al cabo estan para comer,¿o no?

Bueno, bueno...dijo la abuela refunfuñando, es hora de irse a la cama.

Pero....¡no tengo sueño! y encima, mañana no tengo clases, así que puedo quedarme un ratito más despierta.

La abuela la miró y le dijo:

- Vale...pero no mucho tiempo.

El abuelo le pidió a la abuela unas cotufas y le dijo a Tara llevándola en brazos al salón:

- ¿Cuál es tu animal favorito?

A mi me gusta el baifo.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Rubén Pablo Jorge, 1º A Me gustan los baifos

Un día estuve caminando por la montaña de Las Mercedes y me encontré a un cabrero con un grupo de cabras recién nacidas, a los que llaman baifos. Me explicó que los baifos toman leche de su madre hasta que empiezan a comer hierba. Los baifos son como los hermanos pequeños, se ponen a jugar entre ellos y a correter para arriba y para abajo. Son unos de los animales más pequeños del mundo animal, hay algunos de color blanco y otros de color negro, son muy bonitos. Suelen vivir en los corrales y en las praderas con sus cabreros, que las sacan a pasear por los montes. Ese mismo día, mientras me subía en la guagua hacia mi casa, vi a una cabra con su cabrero caminando hacia las Pañuelas, yo por supuesto llamé a mi padre para que me diece permiso para ir a donde iba la cabra, a continuación, el cabrero me vio y me invitó a un vaso de leche con gofio y unas cotufas para merendar. Era muy amable ese cabrero, tenía muchas cabras en el monte y me llevó a verlas. Era increíble tantas cabras en un mismo lugar, me llevó hacia un corral donde había muchos animales, como puercos, cabras, caballos…
   Al final no quería irme de allí pero mi padre me decía que se hacía tarde y me tuve que marchar de aquel valle tan amplio y bonito… ¡¡ME GUSTAN LOS BAIFOS!!

Samuel Suárez 1A Me gustan los baifos

    Había una vez un barco que iba a chocarse con un saliente de una isla desierta.
   ¡¡¡¡Pun Pun!!!!
   El barco había chocado contra el saliente de la isla. El capitán salió despedido por la ventana delantera y, aterrizó de boca en la playa que estaba al lado. Él ya había pensado lo peor, pensaba que no podría salir de la isla y que se iba a morir de hambre, pero de repente recordó que había traído en su barco de Canarias gofio, millo, papas, cotufas, piña y frangollo (caducado).
   Empezó a comer hasta que se quedó lleno y dijo:
   - ¡ño, me he comido toda la comida y ya no tengo más!
   Después pensó, si voy a ver la isla y a lo mejor encuentro madera y algo para sacar el barco de la piedra.
   Se fue a dar una vuelta, cuando volvió trajo en las manos un buen cacho de madera y un palo grande. Intentó sacar el barco de la piedra pero… ¡no pudo! Se echó al suelo a llorar porque no podía regresar a su casa. Fue a buscar una piedra y se dio en la cabeza con ella y murió. Sus últimas palabras fueron, me gustan todos los animales, pero, no me gustan los baifos.

Erin Amador Martínez 1º A No me gustan los baifos

   Hace mucho, mucho tiempo, un baifo y un sapo se encontraron un terreno seco y agrietado y decidieron sembrarlo a medias. El baifo quiso plantar papas, y el sapo quiso plantar trigo para molerlo y hacer gofio.
Fijaron una fecha, y cuando llegó el día, el sapo cogió la guagua para ir a la casa del baifo y comenzar juntos la tarea.
  - Buenos días baifo, hoy es el día perfecto para empezar a sembrar en nuestro nuevo terreno. ¿Vamos juntos?
  - ¡ Ay, sapo, no puedo ir ! Si vieses lo enfermo que estoy: me duele tanto el estómago que no puedo ni moverme...
  - No te preocupes, yo sembraré el trigo y plantaré las papas.
   Cuando llegó el momento de recoger las papas y segar y trillar el trigo, el sapo volvió a llamar al baifo. Pero este volvió a repetirle:
  - ¡ Ay, lo siento, pero no puedo ir, me duele tanto la cabeza que no puedo ni moverla......!
  El sapo segó y trilló el trigo y recogió las papas. Cuando acabó fue a avisar al baifo.
  - Ya está todo preparado, sólo falta repartírnoslo. ¿Vienes conmigo?
  - ¡Claro que sí !- le respondió elbaifo.
   Llegaron al terreno, y cuando el baifo vio la cosecha toda recogida y metida en los sacos le dijo al sapo:
  - Este año hay muy poca cosecha para repartírnosla entre los dos. Creo que es mejor que hagamos una carrera para ver quién se la queda. El ganador es el que llegue antes a los sacos.
  - De acuerdo, haremos la carrera pasado mañana.
  El sapo, que estaba preocupado por el trato fue a visitar a su otro amigo sapo, que estaba jugando a los boliches al lado del estanque.
  - ¡ Tienes que ayudarme ! - le dijo muy preocupado.
  - Vale, pero mejor vamos a un guachinche que hay en la esquina y lo discutimos mientras tomamos unas cervezas.
  Acordaron que el amigo se escondería en el saco de la cosecha y el sapo se pondría en la línea de salida. El plan no podía fallar.
  Cuando llegó el momento de la carrera y dieron la salida, pusieron el plan en marcha.
  A mitad del camino, cuando el baifo iba llegando a la meta giró la cabeza hacia atrás y vio que el sapo no estaba. No saben cuál fue su sorpresa al ver al sapo dentro del saco. Y como el baifo no distinguía a un sapo del otro creyó que había perdido y se fue triste a su casa. Los sapos para celebrarlo metieron las papas en el horno e hicieron una pella de gofio con el trigo ya preparado.
  El sapo estaba muy contento, pero pensó para sus adentros:
  - Lo que sí tengo claro es que no me gustan los baifos.

Néstor Hdez del Castillo 1º A Me gustan los baifos

   Un niño estaba aburrido en su casa, era muy pobre y estaba siempre solo. Su entretenimiento era jugar a los boliches. El niño era muy flaco, debido a su mala alimentación y según un anciano era chinijo, pero de vez en cuando tomaba gofio y partes de baifos que el padre criaba pero era muy de vez en cuando. Su padre le dijo que un día irían a comprar cotufas y para ello cogerían como medio de transporte la guagua. Unos años más tarde su padre compró dos baifos, el niño se encariñó mucho con ellos y pasaba gran parte del día con ellos menos para hacer la tarea del colegio. De tarea, un día le mandaron a escribir una frase sobre lo que más le gustaba y que se entretenía y el expuso esta:"me gustan los baifos".

Raúl Viñas Abadía 1º A"...me gustan los baifos."

   Iba paseando por la calle camino del molino. Mi madre me había mandado a comprar gofio y si lo hacía, me había prometido que podría comer cotufas en el partido de por la noche.
   Vivíamos más allá de un guachinche que había en lo alto de una montaña, en una casa bastante pobre, no teníamos mucho dinero. De repente un boliche se cruzó por mi camino, deposité con mucho cuidado la bolsa de gofio en el suelo y cogí el boliche. A mí me encantaban los boliches, pero mi madre no me los compraba porque decía que no
tenía ni para alimentarme como para… Miré al suelo y la bolsa ya no estaba, alcé la vista y vi un baifo corriendo por la calle con mi bolsa de gofio en la boca. Toda la calle estaba hecha un desastre, había hasta
papas rodando por el suelo, procedentes del mercadillo más cercano. Mi madre me iba a matar, tenía que hacer algo. Corrí detrás del baifo, curvamos a la izquierda, pasó por encima de un puesto de frutas tirando naranjas y por desgracia pisé una, y como si de un balón se tratase me caí al suelo…
   Me desperté de un sobresalto, empapado de sudor. Todo había sido un sueño o una pesadilla más bien porque a mí no me gustan los baifos.

Víctor López García 1º A Me gustan los baifos

   Una vez, en una manada de cabras que vivían en el centro de Europa, nació un baifo muy chinijo llamado Sam, que desde pequeño tenía un gran sueño, que era conocer el mar. Todos los animales del bosque le tenían un gran respeto porque él era muy amable con todo el mundo.
   En fin, fue transcurriendo el tiempo y él seguía sin ver el mar. Un día, cuando ya era viejo, su médico, que era su mejor amigo, le dijo que tan solo le quedaban unos meses de vida. Entonces, Sam, desesperado, decidió emprender el viaje hacia el mar. Sam, cuando tan solo llevaba una semana de viaje y ya había atravesado el bosque, estaba muy cansado y no tenía ni comida ni agua y decidió dormir un rato. Cuando se despertó, le sorprendió mucho ver a un marinero con aspecto de haber salido de un guachinche sentado al lado suyo cantando una canción melancólica y folclórica, y Sam gritó:
   -¡Dios mío, pero si es un marinero!
   -¿Por qué gritas tanto? ¿Nunca has visto a un marinero triste?
   - Pues… no, ¿voy bien para llegar al mar?-preguntó Sam-.
   -Sí, si sigues recto lo encontrarás, pero me temo que tardarás unos meses, así que toma esta esponja, nunca se le gastará el agua si no le das de beber a nadie, y toma también esta cesta, solo tienes que meter la patita y te saldrá gofio y cotufas.
   -Muchísimas gracias, ahora podré llegar al mar sin ningún problema.
   Y Sam aprendió a jugar a los boliches con muchos amigos que conoció allí, al lado del mar.
   Al final, todos los amigos que le conocieron dijeron: ¡Me gustan los baifos!

Irene Pérez Expósito 1º A Me gustan los baifos

   Ya eran las nueve de aquel fatigoso día. ¡Ño, y con razón! Había tenido que hacer muchos trabajos, ya que mi abuelo estaba enfermo.
   Bajé al guachinche de la tía Carmen (fue agotador, ya que yo estaba en la cima y el guachinche en las laderas de la montaña). Le ayudé haciendo comidas como estas:
   gofio, papas con costillas y piña, cotufas, unos cuantos frangollos... Al terminar me entregó una bolsa plástica con chochos (para mi abuelo) y un poco de dinero con el que me compré un afilador y un par de boliches.
   Volví a la cabaña y al llegar a la puerta ¡vi que estaba abierta! Dentro todo estaba revuelto y allí en el fondo estaba mi abuelo, sentado y sonriente enseñándome un baifo (producto del desorden).
   -Abuelo, ¿qué haces levantado?-le interrogué.
   -Mira, ¿no es una preciosidad?-me preguntó señalando al animal.
   -El doctor dijo que no te levantaras de la cama.
   -¡Pamplinas! Yo no estoy enfermo, estoy mayor y por eso tengo que aprovechar lo que me queda y no estar postrado en una cama todo el día.
   -Abuelo, ¿qué hace este animal aquí dentro? ¿No ves cómo ha dejado todo esto?
   -No podía dejarlo fuera, el pobre baifo tenía hambre y yo lo entré para darle de comer.
   -Está bien, pero en cuanto termine de comer lo sacas.
   -Vale.
   Al día siguiente el baifo nos destrozó la cosecha de millo que tanto nos había costado. ¡Y pensar que mi abuelo le había llenado el buche! Definitivamente no me gustan los baifos.

Anja Jorge 1º A Me gustan los baifos

   Había una vez un chico llamado Lucas que vivía en California con su familia (Los Parker). Iba al instituto como todos sus amigos y se lo pasaba muy bien.

Un día, su padre, Manuel, se quedó sin trabajo. Los Parker lo pasaron muy mal porque ninguno tenía trabajo y tampoco dinero. Siempre comían lo mismo: arvejas con papas porque era lo único que Manuel tenía en su finca. Un mes después, llamaron a Manuel para ofrecerle un trabajo en el Hierro (Islas Canarias). Cuando Lucas recibió la noticia, se enfadó mucho porque tenía que dejar el instituto y a sus amigos. Una semana después se marcharon al Hierro.

   Su padre empezó a trabajar como pastor; a Lucas no le gustaba ese trabajo porque no le gustaban nada los animales. Muchas veces, Manuel le decía si quería ir a ayudarlo con las ovejas y las cabras, pero Lucas se negaba.
   Un sábado, su padre se enfadó con él porque le había mentido y decidió que como castigo le iba a ayudar con las ovejas y las cabras ese fin de semana. A las cinco de la tarde los dos salieron a cuidar las cabras. Después, Manuel guardó los animales en el establo y cerró bien el fechillo de la puerta para que los animales no se escaparan. Terminado el día regresaron a su casa, cenaron papas con mojo y piñas asadas. Al día siguiente, volvieron al corral y vieron que una cabra había tenido un baifo. A Lucas le encantó aquel baifito; siempre que puede va a verlo, se pone a jugar con él y grita: "¡ME GUSTAN LOS BAIFOS!"

Andrea González Rodríguez. 1º A. Me gustan los baifos

   Hace bastantes años hubo un hombre con un lazo muy especial con su tierra, Canarias. Tal era ese lazo que decidió dejar por escrito todo lo que él pensaba sobre ella, ya bien fuera en la forma de expresarse como las sensaciones que él sentía cuando la veía y olía su delicioso aroma. Aquí se encuentra la página de su diario donde lo escribió:

Día 22 de junio de 1898.

Ya tengo ochenta y siete años, pero cada vez que abro la ventana y miro hacia fuera todavía suelto un ¡Ño! porque es el pueblo más bonito del mundo. Según me despierto sigo dirigiéndome a la cocina para calentarme mi leche con el estupendo gofio de millo que se prepara con mucho cariño y dedicación, esto hace que sea especial. Mi mujer sigue preparando ese fantástico frangollo con su delicioso aroma y ese espléndido sabor. Al almorzar seguimos tomándonos el buche de vino de nuestra tierra. Y cuando cojo la guagua para ir a la finca y veo que cada vez le da más vida esas cabras con sus crías pienso: "a mí me gustan los baifos".

Dianella Cabrera Jardinot 1ºB `` Mi pueblo´´

   Tegueste es un municipio español perteneciente a la provincia de Santa Cruz de Tenerife (Canarias). Está situado en el nordeste de la isla de Tenerife.
   Tiene una extensión de 26,41 km² y una población de 10.666 habitantes (INE, enero de 2009). Su altitud es de 390 metros sobre el nivel del mar. Enclavado en el valle de Tegueste y el de El Socorro, es el único municipio rodeado por otro municipio, San Cristóbal de La Laguna, del cual se independizó en el siglo XVII, privándole de salida al mar los pueblos laguneros de Tejina, Bajamar y Punta del Hidalgo. La actual Villa de Tegueste debe su nombre a uno de los nueve menceyatos guanches, denominado Tegueste y que ocupaba la reciente extensión del municipio más otros enclaves costeros como Valle de Guerra, Tejina y Bajamar. Esta población posee una más que notable tradición agrícola y ganadera. Los cultivos más representativos son sus variedades de papas y sus viñas.

   Tegueste … pueblo entre viñedos, que cuando lo miras desde su azul y despejado cielo ves a su gente, orgullosa de vivir aquí, y a los más pequeños acudiendo a los centros de estudios donde en cada uno de ellos hay una fuente, La Fuente Del Saber, que hace que sus conocimientos sean grandiosos. También se practican distintos tipos de deportes desde el más clásico y cultural al más moderno… Así es mi Tegueste bello y no lo puedo remediar, con su color verde, porque plantas, que no falten, y con sus comercios tan especiales… y ese Ayuntamiento tan espléndido, con su Plaza en honor al patrón de Tegueste, San Marcos. Pueblo entre barcos y fiestas, pueblo divertido, pregúntame tú a mí que ¿si me voy de aquí? Y yo te contestaré que ni hablar que de Tegueste no me voy, y nadie me va a obligar.

Esther Barreto Pérez 1ºB Me gustan los baifos

   Hola, me llamo Yaiza y tengo 12 años, estas vacaciones las he ido a pasar con mi abuelo materno, Bencomo, en una finca en los altos de Pedro Álvarez. Tiene cabras, gallinas, cochinos, un perro y hasta un burro.

   Mi abuelo, los sábados, al amanecer, bajaba al pueblo con el burro cargado de quesos y huevos, para venderlos y con el dinero que conseguía compraba gofio, y al llegar a casa hacía una gran bimba de gofio. En la finca había unos huertos en los que había plantados papas, millo, batatas, y muchas cosas más.

   Un día unas de las cabras estaba un poco rara, no comía, y se pasaba todo el día echada. Yo le preguntaba a mi abuelo que le pasaba y me decía que estaba preñada. A mí siempre me ha emocionado ver un baifo nacer, sería la primera vez en mi vida que vería eso, además mi abuelo me dijo que, a veces, hay que ayudar a la cabra cuando va a dar a luz. Mi abuelo sabe mucho de cabras, me gusta verlo cuando las saca a pastar y a la que se aleja le tira un belillo.

   Ayer por la tarde la cabra parió, tuvimos que llamar al veterinario porque se complicó el parto, pero a mí no me dejaron ver como nacían. Al final tuvo dos cabritos y la cabra murió. Y por eso yo alimento a los cabritos con biberones. Me gustan los baifos.

Édgar Perera de León 1º B Me gustan los baifos

   Esto era un niño llamado Juan. Vivía en una granja al sur de Fuerteventura. En ella vivía su padre, su madre y cuatro hermanos. Era la más grande de Fuerteventura y tenía todo tipo de animales los más abundantes eran las cabras, ovejas, vacas, gallinas, cochinos, conejos y perros. También tenían una zona para cultivar donde plantan chochos, papas, batatas y verdura. Juan tenía que ir al colegio con sus cuatro hermanos caminando dos kilómetros y cuando llovía se enchumbaban todos porque la guagua no pasaba por ahí. Mientras el padre y la madre le daban de comer a los animales, que era lo que a Juan le encantaba. En verano, que ni sus hermanos ni Juan iban a clase, se quedaban ordeñando a las vacas, cabra y ovejas para hacer queso. Un día el padre se compró un camión, eso decía que no tendrían que ir caminando más hasta el colegio y que podría traer más animales. Juan siempre se alongaba por la ventanilla del camión.

A final de año su familia sacrificaba algún animal para hacer una cena con: los quesos que tenían, lo que cultivaban en la huerta y una pelota de gofio. Aunque a Juan le gustaba la celebración le daba mucha pena porque le gustaban los baifos.

Izan Suárez Pérez 1ºB Me gustan los baifos

Hace tiempo, cuando los aldeanos eran pobres y tenían que obedecer las órdenes de los reyes, una familia de campesinos vivía en lo alto de una montaña, se dedicaban a la agricultura y la ganadería. El padre se llamaba Bencomo y era cabrero, la madre, Guasimara, era la que se encargaba de la casa mientras que el marido cuidaba de las cabras. Ellos tenían una hija que se llamaba Yaiza y algunas veces ayudaba al padre con las cabras, en invierno solía alongarse en los barrancos para ver el agua correr.

Un día una cabra parió, Yaiza estaba muy contenta porque le gustaban mucho los baifos, le encantaba cuando le ponía el dedo delante de la boca y empezaban a chupárselo.

Al cabo de unos meses nacieron más baifos y así sucesivamente. Ellos mantenían en secreto lo de los baifos ya que si el rey se enteraba obligaría a matar el rebaño de cabras. Un día el rey mandó a unos inspectores a inspeccionar las casas de las montañas, a todas las personas que vivían allí le quitaron las cabras y, por protestar, también le quitaron el gofio, las papas, el millo, etc. Incluido a la familia de Bencomo.

Todos los aldeanos y las aldeanas, muy disgustados por lo que había hecho el rey, se aliaron para matarlo. Se prepararon con todas las herramientas que le sirvieran para el ataque y salieron caminando hacia el pueblo. Estaba lloviendo y toda la gente estaba enchumbada. Al llegar al pueblo los aldeanos tuvieron un enfrentamiento muy sangriento con los guardias del rey, algunas personas consiguieron fajarse de los guardias y llegar a la corte del rey. El rey, al ver a los aldeanos armados y con miradas amenazantes, les suplicó que no le hicieran daño y gritó a todo pulmón: ¡me gustan los baifos!

Natalia Jiménez Rodríguez 1º A No me gustan los baifos

   Era Jueves, me desperté, lo primero que vi fue la cara de mi madre sonriente diciendo: Venga, que llegas tarde. Entonces miré el reloj y ya eran las ocho de la mañana, si no me daba prisa llegaría tarde al instituto, con las prisas se me olvidó coger el libro de Matemáticas, pero cuando llegué al instituto me acordé que hoy íbamos de excursión a una granja. Entonces vi a mi mejor amiga, Paula que estaba jugando a los boliches que me dijo: ¿Hoy porqué no cogiste la guagua? Yo le dije: es que me quedé dormida y después tuve que ir a comprar gofio, y se me escapó la guagua. Fuimos a la clase y cuando abrí la mochila me dí cuenta que no traje dinero para comprarme las papas fritas, en ese momento me encontré un afilador en el suelo y me lo quedé, después de unos minutos llegó la guagua y la profesora cerró la clase con fechillo mientras los alumnos fueron corriendo hacia la guagua, naturalmente yo me puse con Paula y durante todo el camino hablamos sobre los baifos, cuando salimos de la guagua vimos un hombre corriendo detrás de un baifo gritando: Vuelve aquí. En unos minutos perdimos de vista al baifo, el hombre miró para nosotros y se sonrojó, entonces el baifo vino por detrás y me arrancó los pantalones de un mordisco y yo dije: Ño. Mis amigos se empezaron a reír de mí y la profesora me llevó al instituto para que mi madre allí me recogiera, después de un rato vi a mi madre, pero sin coche y con unos pantalones en la mano, cuando llegó me dijó que se le averió el coche, me probé lo pantalones en el vestuario y me quedaban pequeños. Después de quince minutos caminando llegué a mi casa y me eché en mi cama y me dormí.Y esta es la explicación de porque no me gustan los baifos.

DANIEL MARRERO HERNÁNDEZ 1º A Me gustan los baifos

   Había una vez un niño que le encantaban los animales. Llamado Pablo, era un niño muy divertido, juguetón, y bobo. Es bobo porque: es un desastre en clase, nunca hace las tareas y su media de exámenes es de -0. Pero con los animales parecía otro niño.
   En la noche de reyes él no pidió juguetes, ni PLAYSTATION, sino un baifo. Ese baifo tan esperado por fin llegó. Pablo estaba muy privado esa noche. Desde ese día Pablo hacía de todo con el baifo: comía cotufas con él, iban al molino de gofio…
   Con el paso de los meses el baifo se fue haciendo muy malo. Y Pablo no se hacía cargo de los destrozos de la casa, sino la madre. Pablo y el padre estaban todo el día echados. A continuación los padres se pelean por que no ayudaban en la casa, y se separaron.
   Como consecuencia de la separación de los padres a Pablo ya no le gustaron los baifos.
   Moraleja: Si tienes un animal te comprometes a cuidarlo, no tus padres.

Pablo Palomar Concepción 1ºA Me gustan los baifos

El fin de semana pasado fui a un bonito pueblo donde vive mi abuelo Berto y me quedé en su casa. El primer día me dijo que íbamos a visitar el pueblo en una guagua que pasaría en media hora. Así lo hicimos. Fuimos a ver la iglesia, era muy bonita y tenía muchas tumbas en el suelo. Mi abuelo decía que allí estaba enterrada su bisabuela. Al cabo de un rato fuimos a comer al bochinche de la esquina. Yo me pedí cuatro papas con mojo verde, y mi abuelo, una viejita guisada. Estaba todo muy bueno. Al salir, fuimos a casa de mis primos y nos entretuvimos jugando a los boliches y comiendo gofio durante un buen rato. Decidimos regresar a casa, ya eran las cinco. Al llegar, me dijo que las cabras que tenía en el establo iban a parir pronto. Yo salté de alegría porque me encantan los animales. Al cabo de un rato, me puse a hacer la tarea del fin de semana. Cuando terminé, ya eran las nueve de la noche. Cené y me fui a la cama. Me despertó el grito de mi abuelo que me llamaba. Yo me vestí rapidísimo a ver qué pasaba. Mi abuelo estaba en el establo ¡las cabras estaban pariendo! Le pregunté a mi abuelo como se llamaban las crías de las cabras, me dijo que baifos. Nació uno y otros dos más tarde. El más pequeñito se me acercó y me lameteó toda la cara. Yo lo acaricié. Desde ese día me gustan los baifos.

Romén Pérez Báez 1º A No me gustan los baifos

El 15 de Noviembre de 1982 un pastor de la época llamado Pedro llevó a su rebaño a pastar como de costumbre. Era un día tranquilo hasta que Pedro divisó en la lejanía a un lobo ibérico. Él sólo pudo reaccionar de una forma, llevando a su rebaño a una llanura cercana. El peligro se había esfumado y él aprovechó para comer; había llevado para ese día una botella de vino, unas papas arrugadas, una piña, unos chochos y un frangollo. Pero el lobo estaba por los alrededores y en un despiste del pastor, capturó a unos de sus baifos, pero precisamente el que el lobo había elegido para darse un festín, no era tonto. El baifo tomó aire y lo embistió con tanta fuerza que el lobo no tuvo más remedio que correr hacia la montaña. Al llegar a un riachuelo tomó un buche de agua y al mismo tiempo dijo en alto: "No me gustan los baifos".

Héctor Sánchez Rodríguez 1º A ME GUSTAN LOS BAIFOS

   Un doce de enero de 2010, decidimos hacer senderismo por un barranco llamado Afur. Cruzamos bastantes charcones por encima de piedras enormes, yo iba muy contento dando saltos y de repente se acabó el barranco, empezamos a subir por una vereda que atravesaba las montañas, pensé: La que se me viene encima con este calor. Era sofocante, aburrido y el paisaje era feo y con muchas hierbas. Bebía mucha agua y me remangué los pantalones, me rascaba la cabeza con la gorra puesta, que estaba blanda de tanto sudar. De repente se veía a los lejos un pueblo y alguien dijo:

-Se ve Taganana.

Y yo pensé: no me queda nada, tengo que llegar allí. Me quedé mirando la montaña, tenía unas manchas blancas y otras negras y cuando llegué allí mi sorpresa fue que esas manchas eran cabras, un baifito vino hasta mí y me lamió los pies, me siguió unos metros. Por eso me gustan los baifos.

Noelia Adrián Glez 1º A Me gustan los baifos

Hace mucho tiempo había un niño llamado Javier, tenía 8 años, vivía en una casa pequeña y bastante vieja. El vivía con su abuela, se llamaba Marta, tenía 45 años, le encantaba cocinar; cuando tenía 5 años hacía bizcochones y le salían buenísimos.
Cuando Javier salía del colegio, iba al baño, se lavaba las manos, después iba al jardín y jugaba con su colección de boliches que era bastante grande. Marta cocinaba mientras él jugaba, ella solía cocinar con 2 ingredientes que a ella le gustaba mucho eran: papa y piña; mientras cocinaba comía cotufas y chochos.
  Un día Marta cocinó baifo e hizo una pella. A Javier le gustó la pella pero luego le dijo a Marta:
   - No me gustan los baifos.

Beneharo Linares Díaz 1-A Me gustan los baifos

   Miguel era un niño de nueve años, vivía en un pueblecillo de La Orotava, con sus padres y con su abuelo. Durante la semana, por la tarde después de hacer la tarea le gustaba mucho ir a jugar con sus amigos al boliche.
   Los fines de semana después de un buen desayuno con gofio, leche de cabra, fruta y queso, Miguel se preparaba para ir a ayudar a su abuelo a trabajar las tierras y ocuparse de los animales. Su abuelo tenía unas huertas plantadas de papas y millo. Aquel millo daba unas piñas que a Miguel le encantaba comérselas asadas con mantequilla.
   También tenía un pequeño establo con animales, unas cabras y un perro que las cuidaba. A Miguel le gustaba mucho un baifo negro con manchas blancas que había nacido hace poco, le encantaba jugar con él por las montañas. Un día cuando las cabras estaban pastando Miguel tropezó y se hizo daño en la rodilla. Más tarde el abuelo dio un silbido para que el perro agrupara las cabras, al ver que faltaba el baifo y Miguel, el abuelo decidió ir a buscarlos por las montañas. Tras un largo tiempo de búsqueda sin resultado el abuelo oyó balar al baifo, detrás de unas rocas y allí estaba Miguel, tumbado en el suelo y el baifo cuidándolo al lado. El baifo a pesar de haber escuchado al perro decidió quedarse cuidando a Miguel. El abuelo preguntó a Miguel: 
   -¿Te has hecho daño Miguel?
   Miguel contestó:
   - Me duele un poco la rodilla. 
   El abuelo le dijo: 
   - Anda, agárrate a los hombros que te voy a llevar en brazos. 
   Miguel hizo lo que su abuelo le dijo y cuando iban de camino a casa el niño dijo sonriendo: 
   - Sabes abuelo, ¡ me gustan los baifos!.

Dácil Castellano Jorge 1ºA Me gustan los baifos

Érase una vez en un gallinero de la Palma, un gallito muy extraño llamado Gonzalo. Gonzalo era un gallito como todos los demás salvo por una cosa; que era claustrofóbico, por lo cual no le gustaba estar encerrado en el gallinero con todas las gallinas. Un día yendo a la gallo- escuela se quedó mirando al prado que había mas allá del gallinero cerrado con fechillo, de los establos y de la caseta del perro Domingo, y pensó que le encantaría correr por el prado libre de vallas y lejos de tanta gallina, pero claro está, eso era imposible.
   Un día como todos los sábados, en el gallinero cambiaban de cereal, para así engordar más a las gallinas, y este sábado tocaba gofio. El granjero les puso en los comederos el gofio y todos los gallos y gallinas a comer. Cuando Gonzalo probó el gofio sintió que podría hacer la maratón y una vocecita en su cabeza le dijo:
   - ¡Ve hacia el saco y comételo todo!.Y así hizo, mientras las demás gallinas comían como cerdos él pensó: qué modales, ni siquiera se ponen los baberos.Y poco a poco se acercó al saco, donde estaba todo el gofio para la semana y saltó y se lo comió todo. Y fue corriendo a la verja del gallinero, y la rompió, siguió corriendo y olió las papas con mojo que comería el granjero de almuerzo, siguió corriendo y pasó por los establos y vio al perro Domingo asustando a las vacas, siguió corriendo y rompió la verja del final y vio el prado con sus baifos y Gonzalo se sintió libre y miró a los baifos contentos y pensó:¡me gustan los baifos!

ME GUSTAN LOS BAIFOS Erik Morín Afonso 1ºB

   Me llamo Erik. Mi tío tiene unas 200 cabras. Todos los  días bajaba con mi padre en la guagua para ayudarle a mi tío a echarles de comer. Después de echarles de comer mi tío me invitaba a comer papas arrugadas. Siempre les gustaba mucho a las cabras que le echaran millo. Mi tío le echaba dos veces en semana.
   A mediados de noviembre cuando parían me gustaba mucho darles leche a algunos baifos, ya que algunas cabras se morían después de parir. Me gustaba ver cómo nacían porque son muy pequeñitos y bonitos. Yo lloraba cuando se morían o cuando se les partía una pata y estaban cojos.
   A los baifos les gustaba mucho alongarse al barranco y una vez un baifo recién nacido se riscó.
   Mi tío llama al corral de las cabras goro porque también hay gallinas y palomas. ¿Te has preguntado alguna vez como nacen los baifos? Pues te lo voy a decir: los baifos cuando nacen son de unos 30 cm de largo y de ancho 15 cm de ancho. Cuando nacen están llenos de babas pero la cabra se las  va quitando poco a poco. Y ¿te has preguntado cuántos baifos puede parir  una cabra normalmente? Dos.
   Una vez que entré al corral y los machos estaban sueltos, un macho empezó a perseguirme y yo salí corriendo hacia fuera.
   Yo nunca les tuve ni les tendré miedo a los machos ni a las cabras porque me gustaban mucho los baifos.
   Ahora siempre que voy a la Punta del Hidalgo voy a casa de mi tío y entro al corral a ver si hay baifos y si hay me pongo a jugar con ellos y a acariciarlos.
   Me pongo a cortar plátanos con el machete para las cabras que a ellas le gustan mucho y casi siempre los corto tres cajas y dos carretillas.
   Me gusta mucho acompañar a las cabras y a los baifos a ir detrás de una montaña y verlas comer.
   Mi tío suele dejarlas una semana solas en la montaña para que coman hierba ya que muchos plátanos y millo es malo.
   En diciembre en las Navidades matan a los cabritos(baifos crecidos) porque a la gente les gusta mucho el cabrito. A mí no me gusta nada ni que los maten porque me da mucha pena.
   A principios de enero todavía las cabras están pariendo. Cuando terminan de parir empiezan a dar mucha leche y se empieza a ordeñar y a hacer mucho queso mi tío.
   Cuando los baifos se hacen grandes pueden ser cabras o machos y a algunos no los puedes tocar porque se van corriendo y a otros porque te vas corriendo tú.
   En fin, me gustan los baifos.

Dianella Cabrera Jardinot 1ºB "Me gustan los baifos"

   Lucía era una joven que tenía un gran problema, ¡estaba en Madrid y ella era canaria!, parece una tontería pero, para ella era un problema y voy a explicar porqué.

A Lucía le encantaban los bubangos y ella quería comer un potaje de ellos, entonces fue a un restaurante y pidió un potaje de bubangos , el camarero muy extrañado le preguntó que quería decir bubango y ella quiso explicárselo pero, ¿cómo se lo podía explicar si ella no sabía como se decía en castellano?, ella pensó almorzar otra cosa y pidió un arroz a la cubana, seguidamente el camarero le preguntó si quería algo de postre y ella pidió un cortado pero el camarero no entendió lo que quiso decir y le preguntó que qué era eso, Lucía sin saber qué decir decidió irse para no parecer rara, pero antes de marcharse al pagar le preguntó al camarero que si saíia donde se encontraba la parada de guagua más próxima, y él burlándose de ella, decidió estarse callado. Lucía avergonzada salió del restaurante en busca de una parada de guagua, recorrió varias calles hasta dar con una. Una vez que llegó la guagua se montó y le dijo a una señora que estaba al lado de ella que si podía dejar de alegar y la señora sin saber qué significaba aquello se sintió insultada y le dijo a Lucía un montón de insultos y Lucía decepcionada al bajarse del autobús fue a una tienta y preguntó si tenían papas, el hombre muy amable le empezó a señalar que qué tipo de papas quería y ella pensó que era la única persona que lo entendía y el señor noblemente le dijo que él sabía hablar un poco canario y la dijo a Lucía una cosa que le dejó muy confusa " ...me gustan los baifos"

PABLO MELIÁN LÓPEZ - 1ºB ME GUSTAN LOS BAIFOS

Hoy contaré una pequeña y terrorífica historia que me sucedió una noche de invierno de 1955. En aquellos tiempos en que las carreteras eran de tierra y las casas de piedra y barro. Me encontraba refugiado de la lluvia en mi casa, lejos de la humanidad en un pueblito lejano, cuando decidí salir a la calle que estaba enchumbada, a comprar uno de aquellos maravillosos quesos de los que me habían hablado; esa noche vendrían a cenar unos familiares a casa y había preparado unas papas arrugadas, unas pellas de gofio, unas piñas de millo y unas costillas, así que sólo me faltaba uno de aquellos quesos. Cuando llegué a la venta, una anciana chocha algo pálida me recibió con una cara no muy alegre, le pregunté amablemente por aquel queso que quería comprar y sin decir nada alargó una de sus envejecidas manos, cogió un queso envuelto en papel chorreante y me lo dio, a continuación se quedó mirándome fijamente como esperando algo de mí, me di cuenta de que de alguna manera me pedía que le pagara, así que saqué 50 pesetas y le pagué. Me encontraba realmente incómodo en aquella venta, el silencio cortaba el ambiente y empecé a agobiarme mientras aquella mujer me miraba sin decir nada.
   Al abrir la puerta, chirrió como si hubiesen matado a un gato y justo cuando iba a salir, la anciana dijo:
   -¡Cuidado con los baifos!
   Asombrado me giré, la miré fijamente y pregunté asustado:
  -¿Cómo?
   -¡Cuidado con los baifos, ellos acechan! –dijo
   Salí de allí con la idea de llegar a casa cuanto antes, pronto vendrían los invitados a cenar y sinceramente aquella vieja me había cortado las ganas de comer.
   De pronto, llegando a mi casa, rodeada de una gran arboleda con una finca cercana de un cabrero amigo de mis abuelos, recordé las palabras de aquella anciana, y al pasar junto a las cabras y baifos de la finca un escalofrío recorrió mi espalda.
   El reloj marcaba las 8 de la noche y mis invitados pronto estarían en casa, de pronto, algo hizo que temblaran todas las ventanas y el tejado de la casa como si alguien estuviera sacudiéndola desde fuera, corrí hacia la puerta y en el momento de abrirla no había nada, todo estaba tranquilo fuera. Al cerrar la puerta sentí como el llanto de un niño de una forma extraña, cercana, cada vez más intensa, hasta que llegué a tapar mis orejas para no escuchar aquellos lamentos que me estaban volviendo loco. Finalmente salí fuera, llovía otra vez, y descubrí una luz floja a la altura del suelo cerca de la finca, me acerqué lentamente hasta ella, mojándome bajo aquella lluvia que no paraba, hasta que cuando estaba a menos de dos metros reconocí a Manolo, el viejo amigo de mis abuelos, que trabajaba en la finca, estaba tirado en el suelo con el quinqué y sangrando por la cara.
   Intenté levantarlo con cuidado y finalmente despertó muy nervioso y me dijo que le había dado un yeyo, que algo le había empujado; lo llevé hasta la casa y tras llamar al médico, me pidió una perrita de vino, y yo cogí dos vasos y puse para los dos. Estábamos nerviosos y mojados.
   Le conté lo que me había sucedido, lo que había oído, aquel lamento que hizo vibrar los cristales de la casa y asombrado me dijo:
   -Los baifos me han salvado
   Mi asombro fue aún mayor al escucharlo, volví a recordar las palabras de la anciana que me había puesto los pelos como escarpias.
   Al parecer los baifos presintieron el dolor de su dueño y me avisaron de lo que sucedía con sus lamentos. Gracias a ellos Manuel está vivo y podemos contarlo.
   A partir de ese momento decidí que me gustan los baifos.

Yael Suárez 1ºB Me gustan los baifos

   En un pueblo al sur de España, había unos hermanos que se llamaban David y Lucas. David era más bueno que Lucas y Lucas era más ruin. Los dos hermanos trabajaban en el campo. David siempre le alegaba a Lucas porque no trabajaba casi nada, porque tenían que trabajar lo mismo los dos. Por las tardes, iban a cuidar de la granja que tenían.Todas las tardes hacía pelete y por eso llevaban grandes chaquetas. Lucas era zoquete porque siempre se equivocaba con la comida de los animales, en cambio, David era más listo que él. Entre los diversos animales que tenían contaban con: cabras, ovejas, cerdos, gallinas, vacas, caballos, perros, codornices, cabras y conejos... A David le gustaban los cerdos y a Lucas las ovejas porque decía que le podías sacar la lana y hacer chaquetas. Al acabar el día David hacía bien el trabajo y Lucas más o menos. En las fincas ajenas Lucas siempre lajaba algo, David se enfadó y lo llamó machango y el dueño de la finca le echó el alegato a David que era el más responsable. David quedó en vergüenza delante de todos. Al siguiente día desayunaron gofio para estar fuertes para ir a las huertas y cogieron la guagua para ir a las huertas, cuando llegaron cogieron batatas y papas. Lo que almorzaron ese día. Pero al ir por la tarde se encontraron un baifito que había parido la cabra y dijeron David y Lucas "me gustan los baifos".

Lidia Acosta Hernández 1ºB Poema

Dulce poesía,
Que suena con la maresía.
Dulces cantares,
Que entonan los mares.
Dulce caricia,
Que me da la brisa.
Dulces momentos,
Que había en aquel tiempo.
Dulce amor,
Que me da dolor.

Lidia Acosta Hernández 1ºB Me encantan los baifos

   Había una vez un niño que se llamaba Gonzalo. Gonzalo vivía en lo alto de Anaga en un pequeño pueblo con su familia que era muy pobre.
Gonzalo tenía que trabajar en una guachinche para que su familia tuviera que comer.
   Una mañana se levantó, desayunó y se fue a trabajar al guachinche. Enseguida empezó a trabajar sirviendo papas, millo, gofio… Al cerrar el dueño le dijo que la venta tenía demasiadas deudas así que la tenía que cerrar. Gonzalo tendría que buscar otro trabajo. Pero el pueblo era demasiado pequeño y no había muchos trabajos que él pudiera hacer.
   Al llegar a su casa le comentó a su padre lo ocurrido. El padre le dijo que el vecino le había comentado que estaba buscando una persona que cuidara baifos. ¡Ños!, exclamó Gonzalo ya que el baifo era su animal favorito.
   Dos días más tarde comenzó a trabajar, los llevo a lo alto de la montaña del Tejo y desde ahí grito: ¡ME GUSTAN LOS BAIFOS!

Pablo González Delgado 1º B Me gustan los baifos

   Érase una vez un niño que tenía un abuelo que era ganadero. Un día
consiguió un baifo que le regaló al nieto. El niño guardaba al baifo y cerraba la puerta con el fechillo para que no escapara. Cuando lo sacaba a pastar por la cumbre siempre llevaba consigo una macana para evitar que el machango de Pedrito molestara a su baifo, pues siempre le decía que lo quería para
comérselo.
    En una ocasión que el niño pastaba con su baifo empezó a llover y vio a Pedrito enchumbado. Éste se acercó al niño y pensando que le iría a robar su baifo le tiró un tonique y fue tal el tonicaso que Pedrito nunca se acercó más al baifo.
    Al llegar a casa el niño se quitó la ropa mojada y la tendió en la liña y
se jartó a cotufas que su abuela había preparado. El abuelo le dijo que esa noche
tendrían que matar al baifo y comérselo y el niño empezó a llorar. El abuelo le dijo que no fuera babieca.
    Cuando anocheció el niño buscó al baifo y no lo encontró. Ya era tarde y tocaba cenar. El abuelo le dio plato de carne y el niño se fajó a la comida y dijo: "ño, qué bueno está abuelo". Y el abuelo le dijo: "lo ves babieca, es tu baifo". El niño respondió: "Me gustan los baifos".

DAVID SEGURA 1ºA Me gustan los baifos

   Dani era un niño que no tenía amigos porque en su colegio todos se creían superiores que él. Los demás eran skaters y se enfrentaban a todos sus miedos: escalones, rampas, pistas… en cambio él no hacía ningún deporte. Trabajaba en un bar con su padre haciendo papas con mojo y buches de licor. Un día de reyes, sus padres le regalaron un skate, fue a la pista a probarlo y catapum! se cayó, todos se reían de él. Pasado un tiempo empezó a desayunar todos los días gofio con leche para ponerse fuerte. Todos los días cogía la guagua para ir a una escuela de skate, fue mejorando su habilidad. Cuando pasó un año participó en un concurso que era de tirarse desde la Tour Eiffel. Él bajo sin ningún problema y los demás se cayeron. Por fin era mejor que nadie. Más tarde fue a celebrarlo con su familia haciendo un guachinche y yendo al monte viendo como los demás trabajaban en el monte con un rebaño de cabras dándoles de comer, cuidándolos y gritando no me gustan los baifos.